domingo, 5 de febrero de 2012

Mío dijo el gato...

— Perdón, ¿usted no se da cuenta que está dentro de mi casa?

— ¿Quién le dijo a usted que este terreno es suyo? Yo no veo ningún cartel que diga que esto le pertenece.

— Me parece que no sabe con quién se está metiendo. Mire que por motivos más insignificantes muchos como usted han salido lastimados y alguno también ha muerto.

— Parece que el señor pretende amenazarme. ¡Mire cómo tiemblo! ¿No se vio la pinta? ¿A quién puede impresionar?

— Creo que si continúa con esa actitud, no pasará mucho tiempo antes de que se arrepienta. Trate de no entrar en un camino sin retorno porque yo no ando con chiquitas. ¡Salga de mi terreno ahora!

— ¡No salgo nada! Y hasta le digo más mire, me parece que me estoy enojando con su prepotencia y que en cualquier momento el que va a tener que irse es usted. ¿Entiende lo que le digo?

— Yo vivo acá desde hace muchísimo tiempo y con mi compañera criamos a todos nuestros hijos y nadie, mire lo que le digo, nadie medianamente educado puede desconocer que este lugar es mío y sólo mío. Esta vegetación me pertenece, esta sombra es mía y de mi familia, nosotros criamos a nuestros hijos bajo la protección de este follaje y nadie tiene el derecho a poner en duda que somos los únicos dueños. Nadie más que nosotros puede vivir acá.

— Usted puede decir lo que quiera y el hecho de que hasta ahora haya vivido en este lugar no le asegura para nada que alguien tan fuerte como yo, no venga como vengo ahora y lo saque a patadas a usted y a toda su parentela.

— Esto ya está adquiriendo un tono totalmente desproporcionado y queda absolutamente claro para cualquier que lo juzgue, que usted es el único agresor, que yo estaba acá muy tranquilo cuando a usted se le ocurrió meterse en el lugar donde yo hace mucho tiempo que soy dueño.

— Mire señor bla-bla-blá, ya que parece tan erudito sabrá que los machos, cuando no se ponen de acuerdo, tienen una única manera de resolver sus diferencias. Con esto le estoy diciendo claramente que se ponga en guardia porque no soy de atacar a traición. ¡Defiéndase!

— ¿Así que usted me desafía a pelear y no está dispuesto a atender mis razones? Está bien: ¡Estoy en guardia! ¡Atáqueme cuando quiera y luego no me pida clemencia porque conmigo no se juega! ¡Atáqueme!

………

Dos enamorados caminan por el parque besándose, extasiados el uno con el otro, sin saber que aplastaron a dos insectos que se disponían a morir por sus creencias…

........

(Este es el relato Nº 33)