sábado, 2 de junio de 2012

El hijo de la modelo


Zulma (muy nerviosa) — Por favor Zulema, escuchame lo que te voy a decir porque es terrible lo que acaba de pasarme. ¡Mi hijo Zacarías intentó violarme! Viste que él tiene pasión por la fotografía y la filmación. Yo siempre lo aliento para que persevere con su vocación, que estudie, que practique, que se vincule con gente que algún día pueda comprar su trabajo. El hecho es que muchas veces me ha pedido que yo fuera su modelo y, por supuesto, que me he prestado gustosa porque una por un hijo hace lo que sea, ... bueno, en este caso reconozco que no ha sido un sacrificio porque a mí me gusta mucho que me fotografíen y que me filmen. Desde que empezó con esta vocación, muchas veces me lo ha pedido y yo gustosamente, dejo todo lo que tenga para hacer y hago lo que él me pide. Las modelos tienen que soportar la tiranía de los fotógrafos. Una se cree que ellas lo pasan muy bien pero hay que reconocer que tiene que aguantar gritos, frío, cansancio, lugares agrestes, desnudeces. El dinero que cobran, te puedo asegurar que se lo ganan. Como te decía, hoy me pidió que posara para él aprovechando el sol que había en el fondo de casa. Ahí realizó una cantidad de tomas y luego me dijo que quería terminar la sesión de fotos sobre la cama que conservo de cuando estaba casada. Me pidió que mentalizara una situación erótica y que encarara a la cámara con gestos seductores. También accedí a quitarme algo de ropa y en determinado momento se puso como loco, se me tiró encima, me arrancó el soutien, me empezó a besar en el cuello y yo desesperada a tratar de sacármelo de encima. No quise gritar por los vecinos pero te juro que no sé de dónde surgían mis fuerzas. Quizá de mi desesperación. Intentaba sacarme la tanga y yo le agarraba las manos para evitarlo. Nunca me lo imaginé así a Zacarías, que siempre fue un niño obediente, educado, respetuoso. ¡Era un monstruo Zulema! No te imaginás lo espantoso que fue todo. Al final, como no pudo penetrarme, se ve que reaccionó, se subió el cierre del pantalón, y se fue dando un portazo. Yo quedé ahí, exhausta, tirada en la cama, llorando, sin saber qué hacer. ¿Te das cuenta que espanto?

Zulema (enojada) — ¿Pero qué te pasa Zulma? ¿Pensás que me voy a creer esa historia erótica? ¡Nadie que haya pasado por un trance así, habla con tanta claridad y organización discursiva como lo acabás de hacer! ¿Por qué hacés todo esto?

Zulma (sollozando) — Estoy loca, Zulema. Tenés razón: esta historia es inventada. Quería excitarte porque hace dos meses que no puedo sacarte de mi cabeza.