Tuve que recibirme de psicólogo y someterme
a un psicoanálisis didáctico de 13 años para entender a mi padre.
El hombre tenía terror de que yo fuera homosexual.
Quizá él lo fuera y por eso tuvo una juventud y parte de la vejez pendiente de la
sexualidad heterosexual, con prostitutas y quizá con mi madre.
Por eso fui criado por prostitutas
maternales, fraternas, con perfume barato, bastante ignorantes, de gustos
bizarros. El sexo femenino ocupa en mi cabeza un lugar que quizá sea demasiado grande
y distorsionado. Tienen cara sonriente con ojos tristes. Son únicas. Desearían
conocer menos a los hombres para no aburrirse tanto.