Celeste
— Sabe que esta mañana estuvo mi hijo mayor. El casado
y padre de dos varoncitos. Se ve que se escapó del trabajo porque vino como a
las once de la mañana y a esa hora él tendría que estar trabajando. Pero ¡bueh!
vio como son los muchachos jóvenes. Una cuando trabajaba ¡cuidadito de faltar,
llegar tarde o contestarle al capataz! Pero ahora las cosas han cambiado mucho
y hasta hacen cosas particulares en horas de oficina o le usan el teléfono al
patrón. Ernestito me cuenta como una gracia que cuando nadie lo ve, mira la
Internet y le manda cartitas a las amistades.
Blanca —
Supongo que debe ser parecido a lo que me cuenta
Teresita que hacen en su trabajo. Ella me dice que también mira la Internet y
que se mandan cartas con Ernestito.
Celeste
— A, ¡no me diga! ¿No andarán en algo estos dos?
Cuando eran más chicos ¿recuerda que se refistoleaban? Teresita es muy liberal
y no me extrañaría que se despreocupe de que él ahora está casado.
Blanca —
Bueno, ese es un asunto de ellos. Yo no me meto porque
“comedido siempre sale mal”. El Ernesto ya es grande y sabe lo que hace.
Celeste
— Sí, tiene razón pero mi nuera es muy buena muchacha
y muy trabajadora. Creo inclusive que hasta gana más que él.
Blanca —
Eso no lo sé, pero parece que su hijo siempre se queja
de que los tiene que ayudar económicamente a ustedes y que por eso ella aporta
a la casa más que él.
Celeste
— ¡Qué raro! A veces él nos deja un poquito de plata
debajo del florero azul (ese que nos trajo a usted y a mí la mujer del zapatero
cuando viajó a Europa), pero es una insignificancia. Además, gracias a Dios,
con la jubilación de mi marido nos alcanza perfectamente. Fijesé que hemos
llegado a prestarle plata a él no sé para que apuro que tuvo. Fue más o menos
cuando la Teresita se hizo el aborto.
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