Cuando la gallina está clueca, empolla los
huevos que alguien le ponga debajo. El problema lo tuvo un pájaro extraño que
al poco tiempo de nacer pidió permiso para volar y la gallina le dijo que no
porque las gallinas no vuelan, pero resulta que era un águila. ¡Qué
contrariedad! No sé cómo resolvieron el problema, pero a los humanos nos pasa
algo parecido cuando los adultos inhibimos torpemente a nuestros niños.
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