Como me lo temía, el miércoles pasado no pude pegar un ojo preocupado por saber qué es realmente del deseo.
A las dos de la mañana me fui para el boliche donde recalo a diario (Bar mixto El Crujido – Carreras Nacionales esquina Emilio Zola), y con los que quedaban a esa hora, propuse el tema.
Como me conocen, me dejaron hacer el acta.
El asunto es así: El ser humano padece una prematuridad que se parece mucho a un retardo mental y que en cualquier otra especie sería calificado de teratológico.
Lo perfecto sería tener un instinto completo como tiene todo el mundo (animal).
La desesperación por no haber nacido sabiendo y tener que aprender todo desde cero, con una dependencia casi total que dura años (2, 10, 29, 56, etc. según los casos), provoca un desarrollo compensatorio (“La naturaleza aprieta pero no ahorca”) de algunas destrezas: inteligencia, envidia, celos, amor/odio, motricidad fina, psiquis, bipedismo.
Tengo que agregar aparte la otra destreza, a pedido de su autora, la Gladys. Ella dijo:
— A ver ustedes que saben tanto, ¿saben por qué los animales no hablan? (silencio expectante) — ¡Fácil! Porque no lo necesitan. (silencio admirativo).
Esta iluminación de la Gladys destrabó la neurona del Cacho Gómez, quien agregó resuelto:
—‘Ta clavado: El deseo es la diferencia que hay entre el instinto y la taradez humana. (silencio sublime).
El Gordo Calvo (que justamente es pelado ... lo que son las cosas!) redondeó:
— ¡‘Tonces los neuróticos reniegan de satisfacer el deseo porque no asumen que envidian a los animales!
— Clarito dijo Camejo —agregó el del kiosco que generalmente no entiende nada.
Yo me quedé con la sensación de que habíamos avanzado bastante en un tema tan escarpado. Además, me pude dormir un rato (ahí mismo, claro).
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lunes, 5 de septiembre de 2011
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1 comentario:
"Que los más infelices sean los más privilegiados"
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