sábado, 4 de mayo de 2013

¿No robarás?



Yo no vengo de muy arriba (económica y socialmente), pero supe estar bastante mejor que ahora.

Hice el liceo, estudié computación y leí muchos libros sobre la mente de los emprendedores.

Me vestía lo mejor que podía, incluyendo algunas prendas y zapatos de mis hermanos, y pedía permiso para leer en la biblioteca de un instituto de enseñanza empresarial muy encumbrado que hay en mi país (Uruguay). El encargado era, (seguirá siendo, supongo), una persona de pocas palabras pero muy considerado, atento, profesional. Lo que no decía con la boca lo decía con los ojos porque cuando le llevaba algún pedazo de torta hecha por mi madre me lo agradecía con ese lenguaje.

Algo que me llamó mucho la atención de los buscadores de oportunidades es su permanente actividad, su insaciable voracidad, la abundante energía que tienen y aplican para conseguir negocios, para aumentar sus ganancias, para agrandar su capital.

Como tanto estudio sobre cómo ganar dinero haciendo negocios no me dio resultado, ahora me dedico a robar profesionalmente. Con esa actitud emprendedora que encontré en los libros me paseo permanentemente por ciertos lugares donde la gente se cree que vive sola, donde no percibe que anda alguien como yo buscando ávidamente esa oportunidad de tener una ganancia.

Los curas siempre insistían con el «no robarás» del séptimo mandamiento. Yo sabía repetirlo correctamente pero no les creía. Desde muy chico me pareció que los cléricos son personas que hacían propaganda para proteger los bienes de los más ricos inculcándonos amenazas celestiales. Por ese trabajo de amaestrarnos en la honestidad los acaudalados les pagaban con propinas, con el legado de bienes y otras formas de retribución. 

Hace años que me dedico a robar, nunca tuve que enfrentar situaciones enojosas y sé que somos muchos los que trabajamos de la misma forma. Con un colega de apellido Gutiérrez a veces tenemos charlas filosóficas. Él dice que, así como la mayoría de la gente entra a los comercios a comprar ya que los vendedores son incapaces de vender, el ladrón es alguien que sólo aprovecha los abandonos, descuidos, desinterés, desgano, irresponsabilidad. Es decir, la estupidez de la gente.

En otra cosa que coincidimos con Gutiérrez es en que no es profesional aprovecharse de alguien notoriamente vulnerable, como por ejemplo un niño, un anciano o un discapacitado. Lo importante es tomar lo que el otro abandona poco menos que a propósito, aunque después jure convencido de que lo robaron. La falta de inteligencia de nuestros clientes le impide reconocer que son unos irresponsables.

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