Hasta cierto punto se explica porque además de su destreza para los negocios financieros, tenía suficientes conocimientos de informática como para que su verdadero campo de operaciones fuera el planeta entero.
A esa edad no quiso
seguir creando nueva riqueza sino que sólo se dedicó a la administración de la
renta que le generaba. Para ello contrató una secretaria y se retiró a un
apartamento lujoso que adquirió.
Se comunicó con un
joven que había estudiado informática por Internet y le encargó que le armara
la computadora más completa que pudiera imaginarse.
Cuando la recibió pudo
confirmar que esa pequeña caja metálica de color plata era casi un robot cuyas
acciones a telecomando eran las mismas que haría un empleado eficiente.
La personalidad del
joven millonario empezó a cambiar y cada vez estaba más recluido en su lujoso
apartamento. En cierto momento prefirió despedir a la secretaria porque con
esta computadora ya no la necesitaba. Prefería no atender el teléfono y
sólo se la pasaba mirando televisión.
Cierta vez tuvo un
corte de energía en plena tarde y cuando consultó a la supercomputadora, ésta
le informó que se debían a que había varios meses de consumo impagos. Quiso
resolver el asunto telefónicamente y también éste carecía de línea. Minutos
después llegaron unos operarios que se llevaron los muebles y adornos de la
casa por orden judicial por incumplimiento en el pago de las hipotecas.
Su debilitada
personalidad por tantos años de encierro no toleró este shock y salió corriendo
de su apartamento hacia la orilla del mar, gritando «me robaron, me
robaron, me quiero matar, me quiero matar».
Generó tanta conmoción entre los transeúntes que alguien llamó a un
servicio de salud que lo contuvo y lo internó en un nosocomio psiquiátrico
donde quedó en estudio para ser atendido y sanado.
La supercomputadora recompuso el verdadero saldo de las cuentas
bancarias, los diferentes acreedores pudieron cobrar lo que el millonario les
debía, incluido el sanatorio psiquiátrico que encontró rehabilitada la tarjeta
de crédito.
Todo quedó en espera de un pronto restablecimiento del joven quien,
seguramente (porque así fue programada la supercomputadora), haría ciertos
cambios en su vida que lo salvaran de una nueva descompensación psíquica.
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