martes, 8 de abril de 2014

Psiquiatría Windows

Un joven de 31 años tuvo mucha suerte, pero más que nada tuvo una gran inteligencia para crear una fortuna enorme si tenemos en cuenta la pequeñez del país en el que hizo esa proeza.

Hasta cierto punto se explica porque además de su destreza para los negocios financieros, tenía suficientes conocimientos de informática como para que su verdadero campo de operaciones fuera el planeta entero.

A esa edad no quiso seguir creando nueva riqueza sino que sólo se dedicó a la administración de la renta que le generaba. Para ello contrató una secretaria y se retiró a un apartamento lujoso que adquirió.

Se comunicó con un joven que había estudiado informática por Internet y le encargó que le armara la computadora más completa que pudiera imaginarse.

Cuando la recibió pudo confirmar que esa pequeña caja metálica de color plata era casi un robot cuyas acciones a telecomando eran las mismas que haría un empleado eficiente.

La personalidad del joven millonario empezó a cambiar y cada vez estaba más recluido en su lujoso apartamento. En cierto momento prefirió despedir a la secretaria porque con esta computadora ya no la necesitaba. Prefería no atender el teléfono y sólo se la pasaba mirando televisión.

Cierta vez tuvo un corte de energía en plena tarde y cuando consultó a la supercomputadora, ésta le informó que se debían a que había varios meses de consumo impagos. Quiso resolver el asunto telefónicamente y también éste carecía de línea. Minutos después llegaron unos operarios que se llevaron los muebles y adornos de la casa por orden judicial por incumplimiento en el pago de las hipotecas.

Su debilitada personalidad por tantos años de encierro no toleró este shock y salió corriendo de su apartamento hacia la orilla del mar, gritando «me robaron, me robaron, me quiero matar, me quiero matar».

Generó tanta conmoción entre los transeúntes que alguien llamó a un servicio de salud que lo contuvo y lo internó en un nosocomio psiquiátrico donde quedó en estudio para ser atendido y sanado.

La supercomputadora recompuso el verdadero saldo de las cuentas bancarias, los diferentes acreedores pudieron cobrar lo que el millonario les debía, incluido el sanatorio psiquiátrico que encontró rehabilitada la tarjeta de crédito.

Todo quedó en espera de un pronto restablecimiento del joven quien, seguramente (porque así fue programada la supercomputadora), haría ciertos cambios en su vida que lo salvaran de una nueva descompensación psíquica.

 

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