Me encerré en el baño
como siempre. Me dolía hasta donde no me había pegado y el me gritaba lo mismo
de siempre, que soy una indolente, inservible, incapaz, mala cocinera.
Quería dejar de llorar
para no darle el gusto pero no podía. Sus gritos me provocaban más dolor que
sus golpes.
Por suerte los niños
no estaban y mi madre está tan sorda que nunca se entera de lo que me pasa.
Siempre está encerrada en su dormitorio y sólo sale para comer y para cobrar la
pensión.
A veces creo que él
tiene razón aunque no debería pegarme como me pega. Hace meses que casi no
dialogamos. Cada vez que algo no le gusta, se produce el terremoto. Esta vez me
olvidé de ponerle un algo de azúcar a la salsa de tomate, la encontró un poco
ácida y se puso furioso.
Tengo tanto miedo con
cada cosa que hago, que me desconcentro y cometo un error tras otro.
Era un buen hombre,
los hijos lo adoran, trata bien a mi mamá, no nos deja faltar nada. Por suerte
nunca me pegó en la cara.
Analista — ¿Qué piensa hacer?
María Laura — No sé. ......... Lo único que tengo seguro es que no haría nada por
dejarlo. ¿Le parece raro verdad? Sin embargo no lo es tanto.
Después de que se
producen escenas como la de esta mañana, él nunca se arrepiente y por supuesto
tampoco se disculpa.
Seguramente, mañana o
pasado, llegará cuando los niños estén en el colegio, me llevará al dormitorio
como si yo fuera una prostituta, me ordenará que me desnude y me obligará a
tener el sexo más brutal que usted pueda imaginarse. Mi cuerpo se transforma,
parece que se dilatara, los senos se me endurecen, la lubricación vaginal llega
a mojar la sábana, me besa con tanto ardor como cuando éramos novios, su pene
parece óseo y está tanto rato penetrándome por la vagina y por el ano, que me
provoca muchísimos orgasmos o uno solo interminable. Siento vértigo y a veces
me desmayo por algunos segundos.
Él me hace sentir hembra
y eso no lo perdería por nada del mundo.
Analista — Dejemos por acá.
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