domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Venusina?

Se trata de una joven de probables 35 años que si estuviera en un grupito de tres mujeres sería aquella que menos llama la atención.

Pies y manos pequeñas, cuerpo redondeado, abundante cabellera castaña, ojos tristes y todo lo demás sin particularidades.

Esperamos el ómnibus en el mismo lugar y al cuarto encuentro casual la miré porque me miraba, se acercó y me preguntó: ¿Eres casado o comprometido?

Como pensé que sólo me pediría fuego o la hora, me llamó la atención. Le informé que divorciado y me dijo que le gustaba mi forma de pararme.

Hacía más de tres semanas que estaba alejado del género femenino porque el litigio que tengo con mi ex me hacía odiar al género.

Recordando viejos tiempos, le pregunté si estaba muy apurada porque podríamos estar juntos la media hora que en mi trabajo me permitirían llegar tarde sin que hubiera inconvenientes.

Cuando íbamos a mi apartamento me dijo que ella podía llegar cuando quisiera porque estaba desocupada y cuando subió al ascensor vi que tenía lindos glúteos.

Al cerrar la puerta me abrazó por la cintura y apoyó cariñosamente la cabeza sobre mi pecho. Como yo estaba nervioso me hice un chiste pensando si sería cardióloga.

Tuvimos un sexo extraño, como si ella perteneciera a otra cultura exótica. Marcamos dos orgasmos de baja intensidad ella y uno yo.

Nos vestimos como estaba planificado por mi escaso tiempo. Al llegar nuevamente a la parada del ómnibus le pregunté, seguro de su respuesta: “¿Cuándo nos vemos de nuevo?” y ella, tocándome delicadamente una mano me dijo «Mejor nunca». Me dio un beso-consuelo en la mejilla, tragué saliva y se fue caminando con el ritmo de quien está desocupado.

Sentí como si alguien hubiera apagado el sol tirándole un vaso de agua.






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