Se trata de una joven
de probables 35 años que si estuviera en un grupito de tres mujeres sería
aquella que menos llama la atención.
Pies y manos pequeñas,
cuerpo redondeado, abundante cabellera castaña, ojos tristes y todo lo demás
sin particularidades.
Esperamos el ómnibus
en el mismo lugar y al cuarto encuentro casual la miré porque me miraba, se
acercó y me preguntó: ¿Eres casado o comprometido?
Como pensé que sólo me
pediría fuego o la hora, me llamó la atención. Le informé que divorciado y me dijo que
le gustaba mi forma de pararme.
Hacía más de tres
semanas que estaba alejado del género femenino porque el litigio que tengo con
mi ex me hacía odiar al género.
Recordando viejos
tiempos, le pregunté si estaba muy apurada porque podríamos estar juntos la
media hora que en mi trabajo me permitirían llegar tarde sin que hubiera
inconvenientes.
Cuando íbamos a mi apartamento
me dijo que ella podía llegar cuando quisiera porque estaba desocupada y cuando
subió al ascensor vi que tenía lindos glúteos.
Al cerrar la puerta me
abrazó por la cintura y apoyó cariñosamente la cabeza sobre mi pecho. Como yo
estaba nervioso me hice un chiste pensando si sería cardióloga.
Tuvimos un sexo
extraño, como si ella perteneciera a otra cultura exótica. Marcamos dos
orgasmos de baja intensidad ella y uno yo.
Nos vestimos como
estaba planificado por mi escaso tiempo. Al llegar nuevamente a la parada del
ómnibus le pregunté, seguro de su respuesta: “¿Cuándo nos vemos de nuevo?” y
ella, tocándome delicadamente una mano me dijo «Mejor nunca». Me dio un beso-consuelo en la
mejilla, tragué saliva y se fue caminando con el ritmo de quien está desocupado.
Sentí como si alguien hubiera apagado el sol tirándole un vaso de agua.
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario