Mi madre se suicidó con
un revólver luego de reiteradas advertencias, publicaciones, sugerencias e
intentos fallidos.
Me hizo tanto daño
vivir durante años esperando una mala noticia que al final no hacía más que
desearla porque era peor la amenaza que la concreción.
Si me guío por lo que
decía, su vida no tenía razón de ser porque su padre y su hermano la
menospreciaban de una forma demasiado agresiva. No así a las otras tres
hermanas.
Cuando se alteraba por
alguna contrariedad, se enfurecía y su cuerpo se sacudía con movimientos
espasmódicos y contracciones faciales llamativas e impresionantes.
Yo tenía terror de
portarme mal y para peor no sabía qué era portarse mal porque muchas veces
quedé perplejo de que algo tan inocente como explotar una bolsa de papel inflada
pudiera ser la causa de un escándalo fenomenal de su parte.
Mi padre era un hombre
seductor y elegante. Yo miraba cómo lo miraban otras mujeres cuando mi mamá no
estaba y deducía que lo invitaban a que se aproximara y que las tocara.
Una vez entré a la
cocina donde estaban mis padres y vi cómo él le tocaba los glúteos. Mi madre se
sacudió con movimientos espasmódicos, hizo contracciones faciales llamativas e
impresionantes, aunque de lujuria.
Reiteradas veces me
perturba dudar si él será mi padre, pero todo esto lo recordé porque acabo de
mirarme las manos y, para mi tranquilidad, una vez más constaté que son
idénticas a las que tocaron aquellos glúteos.
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