— ¿Podemos compartir la mesa?
— Sí.
— Mozo, sírvame un café con leche con tres
masas saladas. ¿Quiere algo usted?
— Sí. Un vaso de agua.
— Parece que el frío se está yendo de a poco,
¿no?
— Ajá... De a poco.
— ¿Usted es de por acá? Nunca lo había visto.
— No. Vivo a unos diez kilómetros.
— ¡Ah! ¿Vende flores por lo que veo?
— Sí.
— Acá tiene su agua. ¡Gracias mozo! Es
complicado el cultivo de flores, ¿no
es así?
— No. Yo las consigo en un pantanal que tiene
una señora que vive sola a unos veinte kilómetros. Nacen solas, las
corto, las ato con alambre, las traigo, las vendo y ya está.
— ¡Qué interesante!, ¿y cómo descubrió esa forma
de vida?
— Entré a la iglesia una mañana en que estaba
desocupado, tenía frío y mucho hambre. El cura decía algo de que Dios cuida a los
pájaros y a los lirios del campo dándoles de comer. Salí a buscar lo mío y
encontré esto.
— Ah, sí, es una parábola dicha por Jesús.
— ¿Una qué?
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