Ocurrió que Jorge Benítez, mi primo, terminó trabajando como
actor de pura casualidad.
En las reuniones familiares nuestra tía Mercedes le dio a
entender que lo deseaba como hombre. Ese fue nuestro febril tema de
conversación durante meses. Yo me masturbaba, pero él, no sé. Su gran problema
era que se avergonzaba de los incontenibles sonidos de gozo que había grabado
cuando se inició sexualmente con una prostituta. Yo los escuché y me parecieron
bestiales, groseros, impúdicos. Impresentables. La idea fue estudiar teatro
para ensayar versiones humanas más elegantes del orgasmo. El estudio avanzó pero no obtuvo resultados, sin
embargo se presentó a un casting y logró que lo convocaran. No sé cómo siguió
la historia, pero me parece que el problema dejó de ser problema o la tía
Mercedes buscó algún partenaire menos consanguíneo que Jorge.
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