Cuando cumplí 9 años pasé a vivir con mi
abuela porque mi mamá se enfermó de los nervios. Ella dijo que yo le daba
demasiadas preocupaciones, pero yo no le creía, sin embargo después también tuve
problemas con mi abuela.
Antes de que me mandaran a un asilo público
dejé de volar.
Efectivamente, el problema de mi mamá era
que yo levitaba por lugares que ella consideraba peligrosos y temía que repentinamente
me abandonara la energía que me hacía flotar en el aire.
El hecho es que nunca más recuperé aquella
posibilidad. Peor aun: temo viajar en avión.
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